Esta historia se la debo a uno de vosotros, un lector que descubrió hace poquito este blog. Me contó, que un día haciendo parte del Camino de Santiago que discurre por Navarra se encontraron un «monumento» en honor a un peregrino japonés.
La verdad es que la historia da que pensar. Primero, por el hecho de encontrar la muerte en el camino, un camino muy lejos de casa y muchas veces solitario. No sé nada de la vida de Shingo, no sé sus motivaciones para realizar el camino, no sé dónde vivía. Pero se me hace extraño que haya venido desde Japón y que además sus motivaciones sean religiosas, ya que debemos recordar que sólo hay millón y medio de personas cristianas en una población de 128 millones de personas.
Lo que si sabemos es que en el camino encontró dos amigos. No sé cuánto camino recorrieron juntos, pero lo suficiente para que surgieran unos sentimientos muy fuertes como para querer recordarlo y querer que los que por allí pasemos, pensemos en Shingo.
He buscado en la web para saber un poco más de la historia de este hombre y de sus amigos. Pensaba que un hombre al que le ponen una placa, tendría detrás una historia que sus amigos querrían contar. Y no he encontrado nada, sólo referencias a que el monumento está en el monte, en el alto de Erro (Navarra).
Es un «monumento» que de lejos sería confundido con un montón de basura pero que al acercarnos, encontramos decenas de objetos con la intención de que otros peregrinos hagan uso de ellos. Una muerte, un recuerdo, una amistad y un deseo de compartir y pensar en los demás.